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Aliciah

era una mujer atrapada en un profundo sufrimiento debido a la
depresión sostenida que padeció durante 22 años, y al síndrome autoinmune
perteneciente a la FEDER (Federación Española de Enfermedades Raras) que se le
declaró más tarde. No era religiosa, ni había
sentido nunca la necesidad de buscar en la espiritualidad, ni en los libros de
autoayuda. Se encontraba atrapada en un cuerpo enfermo y en un patrón mental de
desesperanza que la llevó hasta las puertas del suicidio. Sin embargo, justo en el
umbral, la vida, el silencio, como ella misma define, le lanzó un hilo de esperanza y
Aliciah se agarró a él.

El sufrimiento puede ser un gran aliado en el proceso de evolución y crecimiento del ser humano, siempre que no luchemos contra él, siempre que se aprenda a soltarlo llegado el momento.

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